No sé en qué momento de mi vida decidí que iba a estudiar Psicología, pero definitivamente no estaba preparada para la responsabilidad que tendría que asumir a partir de ese momento. No estaba preparada para ello, pero aún más grave es que a pocos meses de recibir el título no sé si lo estoy. Mi desarrollo como ser humano ha tomado giros inesperados ante la experiencia como estudiante de Psicología. Me pregunto si sería la misma si hubiera tomado un camino diferente.
Viniendo de una familia de ingenieros estudiar Psicología no era una alternativa aceptada, pero sin saber en qué consistía realmente este asunto, defendí la decisión y la lleve hasta sus últimas consecuencias. Por eso estoy aquí ahora. Esto me ha hecho a pensar hasta qué punto puedo dar continuidad a una idea. Esto no es una pregunta trivial. Una vez que decidí estudiar Psicología decidí sobre el resto de mi vida y no creo estar exagerando. Pero día a día tomamos decisiones que impactan en nuestro futuro de maneras que no podemos ponderar de modo preciso.
La vida no está hecha de casualidades sino de pequeños esfuerzos que vamos plantando en el camino y que recogemos (ojalá) en el momento apropiado. Con riesgo de psicologizar todo, me atrevo a decir que en cada elección plasmamos un “algo” que nos pertenece y nos define. Si cada movimiento físico expresa algo de quien lo lleva a cabo, cada movimiento psicológico envuelve lo que somos. El presente no está desligado del pasado y, por lo tanto, tampoco del futuro. Y esa frase tan simple y hasta cliché debería asustarnos, porque implica que hoy es el ayer de mañana, y lo que estamos haciendo tendrá sus implicaciones, las cuales se espera que asumamos.
No me da miedo tener miedo de lo que sería capaz de hacer, en vista de que cuando decidí estudiar Psicología lo llevé hasta el final, porque creo que he construido algo en base a este sueño que se materializa poco a poco. El miedo de hoy es por el compromiso de mañana y el esfuerzo del ayer.
Los seres humanos coqueteamos con el tiempo. Cuando tenemos en exceso, queremos que se acorte; y cuando nos hace falta queremos multiplicarlo. Nunca estamos conformes con su presencia ni con su ausencia y creo que es lo mismo que pasa con las metas personales, con los retos y con todo lo que es humano. El inconformismo es la característica más sana de cualquier persona, pero paradójicamente es nociva cuando sobrepasa los límites que dividen lo normal de lo excesivo. Alguna vez escuché decir a alguien que cualquier exceso esconde una necesidad insatisfecha, por ello la consecución de metas es un reto en sí mismo, pues prepara el escenario para poner a prueba lo que más nos interesa: ¿medios o fines?
Mi temor actual es porque pienso en cómo he llegado a obtener lo que quiero. Una revisión que deberíamos hacer cada vez que logramos algo grande, inesperado y que parecía extremadamente difícil. Ojalá la respuesta siempre sea que fue a través de los modos más aceptados y bien llevados, pero cada acción puede ser interpretada desde el bien y desde el mal, dos amigos que como criaturas de comiquitas nos van hablando a lo largo del camino que conduce a la meta y dependerá de cada uno escoger entre sus propuestas.
Escoger entre ellos nos brinda la experiencia que se convierte en la base de futuras elecciones. La recolección de las elecciones buenas y malas nos hace las personas que somos. ¿Cuál va ganando en tu colección?




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