Es muy difícil para mí abordar uno de los tópicos de violencia estudiados, por eso decidí desarrollar el ensayo acerca de la importancia de esta variable en nuestro día a día. Esto suena a violencia cotidiana, pero quisiera pensar que lo que me dispongo a escribir tendrá una mínima relevancia para todo aquel que sea violento o intente serlo. Es una reflexión desde un ineludible punto de vista psicológico, pero también una visión como ciudadana y, por supuesto, como persona, el título que llevo con más orgullo.
Los seres humanos tenemos múltiples medios para expresarnos: Hablar, escribir, a través de gestos, movimientos, arte e, incluso, la violencia. Pero, ¿qué expresa la violencia? Dice el saber popular que “la violencia es el arma de los que no tienen la razón”. Yo difiero de ello, pues actualmente vemos personas que teniendo la razón se ven en la obligación de recurrir a estrategias que desafían los derechos de otros. Quizás hemos olvidado aplicar otro aprendizaje de la cotidianidad: “Hablando se entiende la gente”. Entre otras razones, este “olvido” puede tener como base el hecho de que la comunicación entre las personas se ha tornado compleja, lo cual es paradójico considerando la amplia gama de medios que han surgido para establecer contacto con otras personas de manera inmediata, sin importar la distancia: Desde los mensajes de texto, pasando por el correo electrónico, Facebook, Twitter y muchos otros que surgen día a día.
La comunicación está en la base de las relaciones, las que a su vez son la base de la sociedad y, por lo tanto, también de la humanidad. La esencia de las personas se engrandece cuando es compartida con los semejantes; sin embargo, también es importante entender que de las interacciones pueden surgir tanto elementos positivos como negativos, e incluso una combinación de ambos. Quizás seamos nosotros los que tengamos la potestad de decidir la ponderación que cada aspecto deba tener en nuestras vidas particulares, pero las repercusiones de los acontecimientos tienen un peso fundamental, de modo que si las consecuencias negativas sobrepasan al momento en el que tuvieron lugar y conducen a revivir momentos desagradables, nos sentimos indefensos, incapacitados y desesperanzados. Todo lo cual aumenta la probabilidad de actuar de modo inapropiado.
Las historias de finales tristes invaden la televisión, los periódicos y las noticias en general. Son las historias que más destacan, pues son a las que más tememos. No obstante, siempre hay algo que se puede rescatar. En el cuerpo “Siete días” de El Nacional del 11 de abril de este año, presentan la historia de un grupo de madres en Catuche que ha logrado disminuir los índices de violencia en la zona, la cual se enfrentaba a una guerra entre sectores vecinos que arrastraban una cadena de resentimientos transmitida de generación en generación. La iniciativa surgió de mujeres que no querían perder a los hijos que les quedaban. Las protagonistas señalan que la comunicación y la imparcialidad han sido dos aliados fundamentales para el logro de los objetivos pacifistas.
De esta historia exitosa destaca el que las madres hayan reconocido su contribución (indirecta) en la consecución de las riñas entre bandas, pues habían criado a sus hijos bajo el recuerdo de los asesinatos de familiares en tiempos pasados; asimismo, resulta importante la capacidad de resiliencia, en la medida que no esperaron soluciones externas (del gobierno) para detener el conflicto, sino que tomaron iniciativas autónomas, buscando el apoyo de redes que se encontraban insertas en la comunidad: Fe y Alegría, representantes del centro Gumilla y, recientemente, se han insertado grupos interdisciplinarios de profesionales que estudian el fenómeno.
Es loable que mujeres de escasos recursos económicos hayan logrado lo que el gobierno, con muchos millones y capital humano, no ha (siquiera) esbozado. Los jóvenes que antes apostaban la vida con los vecinos, hoy participan juntos en caimaneras y conviven diariamente como amigos. Lo que también resulta muy interesante es que hayan sido mujeres quienes buscaron los medios para aplacar la violencia, pues socialmente ellas también han sido maltratadas y víctimas de la violencia pública y privada.
Los grandes males de la sociedad están más cerca de lo que parecen. La crisis económica, los desastres naturales, el aumento de enfermedades mortales escapan de las manos de nosotros, personas sin poder político ni grandes cantidades de dinero. Del mismo modo, los mayores tesoros de la humanidad están insertos en cada uno de nosotros y en los que nos rodean. Culpar al gobierno y a las instituciones de los problemas de la sociedad es también violento, en tanto olvidamos la dosis de responsabilidad que cada uno tiene como ciudadano. Si los entes gubernamentales no cumplen con sus funciones, demos el ejemplo, tal como pone en evidencia el caso ya presentado.
La violencia se expresa como acción u omisión, en la que se hace daño no sólo hacia quien se dirige como tal, sino a los que se ven afectados indirectamente. El sólo hecho de ser testigo de violencia causa malestar, impotencia y sensación de vulnerabilidad.
¿Acaso se ha vuelto más fácil actuar de forma violenta que responder asertivamente? ¿Qué nos ha llevado a esto? No es mi intención responder las preguntas planteadas, pero sí hacer eco de lo evidente que resulta que estamos viviendo en contextos de violencia. Esto no se limita a los zonas de nivel socio-económico bajo, sino que es un problema que alude a todas los ciudadanos, independientemente de género, clase social, raza o creencia religiosa, lo que hace pensar en que todos somos vulnerables a ser víctimas o victimarios.
Si bien se han estudiado características que pudieran orientar acerca de las personas con más riesgo de ser víctimas de violencia, también es posible avizorar los potenciales victimarios (Magendzo, Toledo, Rosenfeld, 2004; Ortega, 2003; cp. Organización Panamericana de la Salud [OPS] y Agencia de Cooperación Técnica Alemana [GPZ], s.f.). Esta información resulta útil no sólo para ver en otros el riesgo latente o manifiesto, sino para hacer una revisión de nosotros mismos, identificando los rasgos que nos puedan llevar a actuar de modo violento.
Como futuros psicólogos, es muy relevante esta inspección interna, pues la realidad que nos rodea está muy cargada de elementos violentos, que si no son bien manejados, pueden conducirnos a actuar de modo similar. La profesión que elegimos podría implicar abordar estas problemáticas a nivel individual y comunitario, por lo que debemos fortalecer nuestros valores sobre el tema y abogar por una cultura de concientización, prevención y conocimiento que, si bien no va a solucionar el problema por sí sola, es un aporte que podría derivar en un ciclo que se mueva de modo contrario al de la violencia.
Esto es, si la violencia es un ciclo, creo que una manera de afrontarla es con otro ciclo. Con uno inverso en el que priven las normas, la denuncia legítima, los valores y la educación. Esto no quiere decir que se deba negar el problema. Todo lo contrario, la violencia tiene una aparente funcionalidad para la vida, para quienes no conocen otros esquemas de comportamiento. Es la expresión de algo que no se puede manifestar en palabras o a través de otros medios. Ser responsables ante el uso de nuestros recursos personales en cuanto a proporcionalidad y adecuación en tiempo y espacio implica un entrenamiento, al igual que el desarrollo de dichos recursos.
Con esto quiero decir que no hay seres humanos que sean totalmente buenos o totalmente malos. En el primer caso, se trataría de personas que atentan contra sí mismos, pues la perfección hacia el exterior tiene de base sufrimiento interior. Y, ser totalmente malo es tan patológico como insostenible a lo largo del tiempo. Somos una combinación de tantos elementos como partículas en el universo. La violencia no es legítima en ningún sentido, pero creo que es importante reflexionar sobre su permanencia en el tiempo, la cual, desde mi punto de vista, sólo se ha mantenido porque nunca ha desaparecido, como nunca lo ha hecho la maldad en el mundo, representada por diversos personajes o eventos.
La violencia puede ser concebida como una excusa para fortalecernos como personas, no como guerreros que responden con un acto violento aún más fuerte, sino que ante este hecho, la respuesta debe ser de no tolerancia, pero también de comprensión ante dicha conducta. ¿Será que quien la lleva a cabo no sabe que hay otros modos de comportarse? Predicar con el ejemplo es el mejor antídoto ante lo negativo.
Si la violencia se presenta en tu camino, cambia el ciclo, cambia el esquema de quien te ha hecho daño. De ese modo, surgirán sentimientos de vergüenza y culpa en el otro, a quien invitas implícitamente a reflexionar sobre su conducta inadecuada. Aún en situaciones desbordadas por la violencia, como la de las madres de Catuche, la comunicación ha sido efectiva, por lo que la vida nos exige recuperar espacios, empezando en el campo de acción que cada uno de nosotros posee, en el que día a día nos enfrentamos con una realidad que nos aturde y que podemos cambiar haciendo uso de nuestros recursos humanos.
Estamos acostumbrados a defender la vida y no a dar la vida por lo que somos y lo que queremos. La esperanza no es espera inactiva, sino transformación y dinamismo que puede generar miedo e incertidumbre, pues implica riesgos y renuncias, pero también aprendizajes y ganancias. Los ciclos son eternos sólo cuando los asumimos como inamovibles, y vivimos en función a ello. La dinámica de la sociedad empieza por las acciones pequeñas de los individuos. Por eso, cuando tú empieces a cambiar, empezarás a cambiar tu mundo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
González, D. (2010, Abril 11). Escudo contra la violencia. El Nacional, pp. 1-2.
Organización Panamericana de la Salud, y Agencia de Cooperación Técnica Alemana (s.f.). Estado del arte de las experiencias y proyectos de prevención de la violencia en los ámbitos escolares. Recuperado en Marzo 23, 2010, de Material de la cátedra de Asesoramiento Psicológico.






3 comentarios:
Bueno el artículo! al respecto te sugiero una visita a www.gumilla.org/constructoresdepaz
Excelente ensayo Jimena, es muy valioso conocer cual es tu posición con relación al tema de violencia, encarnarte como persona en primer lugar y como futura psicóloga.
Gracias por sus comentarios. No los había visto. Tomaré en cuenta la sugerencia de la visita. Saludos :)
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