viernes, 25 de febrero de 2011

DISCURSO DE ACTO DE GRADO
EDUCACIÓN INTEGRAL Y PRE-ESCOLAR (TSU), LETRAS Y PSICOLOGÍA
24 DE FEBRERO 2011

Reverendo Padre Francisco José Virtuoso y demás autoridades académicas, señoras, señores y graduandos.

Finalmente llegó el día de la graduación, el fruto del esfuerzo de años y la espera de meses. Hoy se cumple un sueño, pero es solo un paso hacia la GRAN meta, porque aún no hemos llegado. Y no hemos llegado, porque hoy es un día simbólico, el día que cerramos una etapa para continuar hacia el éxito que soñamos.
Como profesionales de Venezuela, entendemos que el país necesita de nosotros, no porque hayamos tenido la oportunidad de estudiar en la universidad (que ya es mucho), sino porque gracias a ustedes, nuestros familiares, profesores, personal de la universidad, compañeros y amigos (colegas o no) y a TODAS las personas que queremos, hemos vivido un conjunto de experiencias que nos han hecho personas integrales, con deseos de cambiar lo que consideramos negativo, con la capacidad para trabajar y con la convicción de que nosotros, con la compañía de ustedes (nuestras familias biológicas o adquiridas), lo vamos a lograr. Hoy les damos las gracias por haber confiado en nosotros al brindarnos su apoyo, sus conocimientos, sus consejos, su tiempo, su dinero, su paciencia y su amor. Hoy, más que nunca, estamos conscientes de que lo importante de este día no es estrenar la ropa o llevar la toga y el birrete sino estrenar las herramientas que hemos adquirido a lo largo de estos años de estudios. Las herramientas por las que luchamos y con las que contamos para lograr nuestras metas.
Somos un grupo de ucabistas con mucho que aportar al país, cada uno de nosotros creemos tener la mejor profesión, pero valoramos la integración. Los educadores al ser quienes tienen la responsabilidad de sostener a la sociedad brindando la base formativa de los niños, el recurso humano con el que contamos. Los letrados con sus conocimientos y capacidad crítica para abordar el complejo mundo de la literatura, el cual refleja lo que las personas somos. Los psicólogos con sus incansables intentos por estudiar el comportamiento y comprender la naturaleza humana en sus múltiples dimensiones. Todos, con el deseo de ayudar al desarrollo de las potencialidades de las personas. Nuestros trabajos se complementan y nuestros valores son la base fundamental de nuestras acciones, con las que pretendemos ser agentes de cambio.
El título obtenido es importante, pero lo que realmente nos definirá será la actividad que llevaremos a cabo de ahora en adelante. Es probable que algunos de nosotros nos encontremos en el camino y descubramos que compartimos objetivos y expectativas, pero incluso cada uno individualmente tendrá grandes retos, el más desafiante: hacer del entorno en el que nos desenvolvemos algo mejor.
En este viaje lleno de experiencias hemos obtenido ganancias, pero sobre todo habría que destacar a los amigos, con quienes tenemos un título común y una vida compartida, mil historias para contar, anécdotas para reír y vivencias para recordar. Algún día llegará el momento de retirarnos de la profesión, de decidir que hemos trabajado suficiente, pero los amigos y la familia no tendrán jubilación, porque forman parte de nosotros.
Un día como hoy no tiene que ser el más importante, porque es el resultado de muchos días previos, del compromiso que cada uno asumió para dar lo mejor día a día, no solo como educadores, letrados o psicólogos sino como personas que, independientemente del título universitario, haremos todo cuanto podamos para mejorar y favorecer lo que nos rodea.
Es un día de alegría, porque con este acto no cerramos la puerta de la universidad sino que abrimos muchas más con el inmenso deseo que los aprendizajes no queden en los cuadernos, las amistades no queden en las agendas y las acciones no se queden en intenciones. Estamos preparados para desarrollar nuevos éxitos, enfrentar fracasos y fortalecer aprendizajes, porque trabajaremos para que el conocimiento sea humilde pero curioso, la crítica sea acorde y se convierta en hechos, la indiferencia sea aceptación de lo distinto, y que lo que somos se consolide en voluntad de servicio a todo el que lo necesita. Estamos comenzando una nueva travesía en la que esperamos que el esfuerzo de estudiantes se transforme en acciones de profesionales, que el camino recorrido se alargue, que no terminen los aprendizajes y la aplicación de los mismos, que en los momentos difíciles nos reconforte estar haciendo lo que nos hace felices y que lo estamos haciendo bien y, además, que lo que costó en tiempo, dinero, sacrificio se multiplique en éxitos y energía para seguir adelante.
La tarea que emprendemos será construir el futuro en el presente. Confiamos en la formación recibida y en que la misma continuará. Por eso no es un “adiós” ni un “hasta luego” es un “continuará”. “Continuará” en el que esperamos contar con su compañía para que disfruten de los momentos que vendrán tanto como nosotros. No siempre estaremos tan sonrientes como hoy, pero que estos días de felicidad y orgullo sean la fortaleza para los días difíciles que tendremos. Gracias por estar aquí hoy, pero mil millones de gracias por haber estado y por querer seguir estando. 

martes, 22 de febrero de 2011

Mundos paralelos

Las personas buscan el trabajo que encaja con sus características de personalidad. Al menos, así lo vivo yo. La mayor parte de la semana estoy en la universidad, donde doy clases y trabajo en un centro de investigación. Cualquier persona pensaría que estoy rodeada de hormonas adolescentes, pero no es (tan) así. Al principio, pensé que los estudiantes estaban tan estresados por los asuntos académicos que la sexualidad no tenía presencia alguna en sus interacciones en el salón de clases, donde yo los veo. Entonces me plantee que podría ser una proyección de mi propia vivencia de la sexualidad dentro de la universidad, y al observarlos detenidamente me di cuenta de la verdad: en la universidad todo está “sexualizado”. Y aunque la aclaratoria parezca ridícula, la haré: “sexualizado”, en el sentido de sexualidad y no de sexo. Eso suena casi como decir “sexualizado en el buen sentido, no en el mal sentido.” Típica frase para comenzar a hablar del tema.
El resto de la semana estoy en un hospital en el que trabajo con niños y adolescentes que padecen cáncer. Estos niños y adolescentes tienen las mismas preocupaciones, inquietudes y sentimientos acerca de todo, no solo sobre la sexualidad sino de todo lo que caracteriza a un niño o adolescente sin cáncer, pero ellos focalizan todas sus energías en sobrevivir con el peso adicional de compararse constantemente con sus amigos, quienes tienen parejas, tienen experiencias sexuales y/o están descubriendo su cuerpo. Un cuerpo sano y que les brinda seguridad dentro de la inseguridad propia de un territorio en exploración. Los niños y adolescentes con cáncer con los que he trabajado eran personas que tenían experiencias como las de cualquier otro hasta que descubrieron que tenían dicha enfermedad, la cual no se esperaban encontrar en sus vidas. Si tenían pareja decidieron separarse para no “cargar” a otro con sus problemas, si tenían planes los guardaron y si tenían sueños despertaron para vivir con la intensidad que cualquier tratamiento demanda.
En la universidad, aún bajo mucho estrés, los jóvenes están expuestos a la sexualidad porque a ellos les interesa y porque los aspectos académicos no pueden detener el desarrollo sexual. Como tampoco lo pueden hacer las creencias y tabúes de la sociedad. Además, en un ambiente enriquecido como el de la universidad, la información abunda y hace crecer a los que llegaron siendo “niños”. Yo diría que la universidad es un factor protector de muchos males de la sociedad. También puede ser un nicho de desgracias, pero el buen uso de la misma asegura personas integrales y de gran valor.
Por otra parte, los pacientes del hospital están constantemente protegidos por familiares y personal médico. Esto influye en el desarrollo general y, por lo tanto, en el desarrollo sexual de estos jóvenes. El cuerpo no es el lugar seguro que ellos pensaban y su proximidad a la muerte aumenta su omnipotencia y, posiblemente, sus conductas de riesgo. Cuando veo a estos jóvenes pienso en Pablo Neruda y su verso “ámame cuando menos lo merezco ya que es cuando más lo necesito.” La mayoría de ellos no menciona el tema de la sexualidad como algo que les preocupa, pero al abordarlo se hace evidente que se sienten desorientados y hasta disminuidos al respecto, como si ellos no tuvieron derecho a pensar en eso. No reciben educación sexual, pero la necesitan por su aislamiento involuntario del mundo cotidiano. Si las relaciones están para disfrutarlas, la mayoría de ellos no tiene el deseo ni la voluntad de disfrutar las cosas más simples de la vida, como comer, dormir, salir con los amigos y, por supuesto, la sexualidad. Si su cuerpo no es seguro, ¿qué podría serlo? Muchas veces no entienden qué les pasa o no lo quieren entender. Se sienten amarrados a sus familias, pues si alguna vez se visualizan sanos son embargados por una inmensa sensación de agradecimiento hacia quienes estuvieron con ellos. No necesariamente esta sensación será eterna, pero lo que sí perdurará serán las altas dosis de sufrimiento que han experimentado y que les proporciona una fortaleza interna que se manifiesta, paradójicamente, en inseguridad ante las dificultades de la vida, evidentemente menos amenazantes que las ya superadas.
La gente no me cree cuando digo que me desenvuelvo en dos ambientes muy parecidos: la universidad llena de alegría y energía; el hospital con su pujante intento de ser alegre y enérgico. La población en edad y sexo es muy similar, pero sus vivencias son totalmente diferentes, aunque igual de enriquecedoras: en ambos se vive una lucha constante por ser mejores y por estar en mejores espacios. Si bien comparten el contexto socio-histórico, la sexualidad es experimentada de diferente modo, porque los factores personales de cada ambiente crean una dinámica que, de manera recíproca, devuelve a los agentes individuales parte de lo que ellos ofrecen. Así, estar entre jóvenes obliga al descubrimiento de la sexualidad en todo lo que hacemos, pensamos y sentimos. Aún en las situaciones más dramáticas la sexualidad está presente, y sería justo reconocer que se sufre más por la ausencia (negación) de la misma que por su presencia.
Con el riesgo de ser tomada como una “depravada”, asumo la responsabilidad de hacer del mundo que me rodea un lugar más sexuado: lleno de aceptación de lo que somos, sentimos, hacemos y pensamos, con altas dosis de disfrute y respeto. Tarea difícil, pero los espacios que me rodean lo valen.

lunes, 14 de febrero de 2011

LA PREGUNTA DE SIEMPRE

Creo que hacer lo que a uno le gusta puede ser más difícil de lo que parece, puesto que es un proceso que comienza desde muy temprano en la vida y es el tema que inicia la mayoría de las conversaciones (¿qué vas a ser cuando seas grande?, ¿qué vas a estudiar?, ¿en dónde estudias?, ¿qué tal el trabajo?). Es una parte fundamental del proyecto de vida y este es el GRAN proyecto. Estamos expuestos a las sorpresas, las cuales van más allá de una incorrecta/mala decisión. Desde mediados de enero estoy trabajando en el servicio de pediatría del Instituto de Oncología Doctor Luis Razetti. Cada semana conozco historias que me dejan pensando en qué pasará en la vida de los niños y adolescentes que son diagnosticados de cáncer y también de sus familiares, quienes sufren mucho, incluso más que el paciente. Estos niños, antes de saber que estaban enfermos, eran deportistas prometedores, estudiantes destacados o personas muy especiales. Todos, después del diagnóstico, son separados de sus actividades cotidianas y cuando se les pregunta qué extrañas, qué te preocupa, qué harías si salieras del hospital hoy, todos mencionan sus actividades antiguamente diarias, con las que pretendían construir su futuro y el de su familia. A veces pienso en el daño que se les hace separándolos de sus grandes amores: lo que ahora no tienen, pero es absolutamente necesario hacerlo y creo que, con el tiempo, es lo que más los fortalece como personas.
Muchas de estas historias no tienen un final feliz, pero aquellos que superan el cáncer, en algún momento, parece que desearían no haberlo hecho, porque no pueden hacer realidad sus sueños. En ese momento me pregunto qué puedo hacer por ellos, cómo los oriento para modificar sus metas y que se den cuenta de los dones que tienen y con los que podrían hacer grandes cosas. Me voy haciendo esta pregunta cada mañana que me dirijo al hospital. Me preocupa, sobre todo, que ellos no se lo cuestionen, sino que den todo por perdido. Así que mi trabajo es acompañar, no es fácil, pero es inmensamente enriquecedor. Así como ha sido enriquecedor aprender sobre el asesoramiento académico y vocacional y darme cuenta que en todo lo que hago está presente la pregunta sobre el ajuste entre lo que hago y lo que quiero/puedo hacer. Creo que un ejercicio necesario debe ser agradecer por tener salud y voluntad para lograr cada día de vida, en el cual tenemos la oportunidad de avanzar en el proyecto trazado.
Quiero desearles que siempre sepan qué les gusta hacer, que puedan hacerlo y que con ello sean felices y hagan a otros igual de dichosos. Es el mejor deseo que puedo transmitir.